Descripción del proyecto
Las yayas okupan el descampado
La experiencia primigenia del banco nos une directamente desde pequeños, ligado al espacio del parque como elemento inamovible enlazado a nuestra primera zona de juegos se encuentra siempre arraigado en nuestro espacio, desde este momento de conexión con nuestro recreo y ocio infantil, aunque obviado por nuestra mirada aniñada se construye como un elemento siempre presente aunque sea inconscientemente.
Más adelante se convierte en protagonista de una manera diferente y se superpone en la jerarquía de objetos para la relación social donde se congrega la juventud, la primera zona íntima donde desarrollar nuestras relaciones y un espacio aunque público, con un fuerte sello privado de reunión al margen de las reglas de casa, un espacio de liberación donde la gente joven crea experiencias e intimidad física y colectiva.
Todo esto nos enseña la importancia de recoger a las personas en un espacio delimitado público, creado para el descanso pero convertido a conveniencia de quién lo utiliza para finalmente ser un retiro para los más mayores, un elemento de reflexión o se observación de los más pequeños mientras estos juegan a su cuidado cerrando el ciclo.
Si nos extendemos en el tiempo antiguamente el banco era un elemento más en la reunión vecinal y el acercamiento a la colectividad del barrio, se situaba en la puerta de las casas ,como en la contemporaneidad donde las señoras mayores han reconvertido esta figura en sus míticas sillas para tomar el fresco, saludar y porque no, cotillear, o podemos decir, recolectar, los eventos del vecindario.
Con estos referentes queremos rehabilitar zonas desaprovechadas del barrio y convertirlos en un espacio de debate y conexión histórica entre los vecinos, creando con materiales de la zona y desechos zonas de descanso asociadas al banco en lugares como el descampado, donde se puedan unir generaciones y vivencias.
Tambien necesitamos situar como protagonistas a las yayas, las señoras mayores, ya que las mujeres al cumplir una edad que la sociedad considera caduca, son despojadas de los atributos propios de la mujer contemporánea y se las relega a un lugar sin espacio, donde ya no son foco de interés y a meduo tratadas como si fueran invisibles. Los roles de cuidado, la servidumbre y la estética dulce y pasiva se acentúan y se bordan en el imaginativo colectivo al pensar en estas mujeres, por ello reivindicamos esa malicia atrevida y necesaria para que las señoras okupen con “k” un espacio público, amenudo limitado y codiciado por todos como es el banko, ahora con un nuevo signicado, tambien con “k” y con ello la métafora de que las mujeres mayores existen y deben reivindicar su lugar en la ciudad, con la mayor fuerza y descaro posibles.